Ir al contenido principal

No anteponer nada al amor de Cristo!!!

 

¿QUIENES SOMOS?

La Orden Benedictina Misioneros de San Willibrord, establecida bajo el patrocinio de San Willibrord y a la Virgen del Carmen, es una Orden Religiosa monástica y misionera creada canónicamente por la Iglesia Antigua Prelatura Apóstolica de San Andrés  con sede en Mérida  República de Venezuela 

 

Los primeros monasterios benedictinos bajo el impulso de San Willibrord combinaron la vida monástica cenobítica con el apostolado educativo y el servicio misionero a fin de atender a las necesidades de una iglesia naciente en lo que hoy conocemos como Utrech. Esta combinación, adaptada según las necesidades cambiantes, queremos mantener como tradicional en nuestra Orden; sin embargo, ninguna forma específica de trabajo constituye una exigencia para todos los monasterios. Cada comunidad monástica de la Orden atestigua de manera propia y particular la presencia y el poder de Cristo en servicio de la Iglesia local en la que está arraigada.

La Orden existe para promover y proteger en sus monasterios miembros autónomos, el crecimiento de una vida conforme al evangelio, a la Regla de San Benito y a las sanas tradiciones propias en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo. Trata de realizar esto con un gran respeto al principio de subsidiaridad y de legítimo pluralismo, y no sólo por medios jurídicos sino también mediante el estímulo de una cooperación y ayudas fraternas.

Los monasterios de la Orden observan la Regla de San Benito, están arraigados en el evangelio de Jesucristo, ley suprema de toda vida cristiana, encarna una aspiración monástica, una espiritualidad y unas estructuras que bajo la acción y dirección del Espíritu Santo, han de vivirse con fidelidad creativa en las circunstancias variantes de tiempo y lugar. Estamos unidos espiritualmente con todas las familias benedictinas del mundo, incluyendo las que, como nosotros, no están unidas a la Santa sede en Roma, tales como las que forman parte de las Iglesias Ortodoxas, Anglicanas y autocéfalas.


Comentarios